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EL TORMENTO DEL «NO»
Ayer fue noche de tormento, de angustia, de negación y de impotencia de tres seres humanos frente a su propio estado de ruina y de devastación. Dos tríbadas enfurecidas, un creador víctima y verdugo de su propia palabra y un alma cándida que intentaba salir ileso del zafarrancho de combate que éstos instauraron en escena. Dramaturgia como expiación. Personajes como ansiolíticos. Dialógos como supuestos bálsamos que más que amortiguar, extenuaban e impedían toda comunicación. El metateatro que recorre la pieza madre interrumpido por el grito, el llanto; «flash-backs» de crueldad «in extremis» tratados y retratados desde diferentes ángulos a cual más pertubador. El reproche segundo a segundo, las verdades como puños, a puñados, apuñalando. Y como espectador que vas viendo cómo la bola de nieve -o de fuego- agiganta su dimensión, que el alud se sucede en bucle, y que es para nada, porque no hay nada que se pueda hacer, poque Godot no va a venir, y porque el ansia de Strindberg por amarrarse al poste de la eternidad suscita piedad, caridad casi, lamento y no reverencia; porque ambas tríbadas -su mujer y la amante de ésta- ganan al parecer de manera quasi pírrica.
El elenco se balancea entre la lágrima y la carcajada sin obstáculo; vociferan como arrabaleros, se engañan como truhanes, se imitan como párvulos; se masacran y persiguen como sicarios; se reconstruyen, se aniquilan, se piropean, se justifican, se besan, se acarician, vomitan y huyen para volver como «boomerangs» a un escenario que les funciona como trinchera frente al exterior; parapetados tras un muro de cajas de madera donde el alcohol rezuma de la misma manera que lo hace la porquería entre sus grietas vitales; porquería que nos enseñan ellos con todo lujo de detalles. El trío nos hace cómplices, testigos; los personajes están deseando que nos subamos con ellos al escenario y le partamos la boca a quien sea, ya que la cuestión es hacer daño, sangre, a toda costa, para ello el elenco se sienta en nuestra propia butaca, nos obliga a que le toquemos; invaden ellos cuatro el teatro como militares, se sitúan a nuestras espaldas: el elenco se apodera del edificio, dispuesto a emprender un golpe de estado; son asombrosamente conscientes de lo que son, más voraces, más carniceros que aquellos seis personajes de Pirandello buscando a su autor. Este elenco creado por Per Olov Enquist y puesto en pie de guerra magistralmente por Miguel del Arco, rechaza todo autor porque ya lo tienen frente a ellos; tienen contra las cuerdas a Strindberg despojado de todo halo creador y coronado como un reyezuelo imberbe y torpe en búsqueda de cariño cueste lo que le cueste, menos el Olvido, o el dinero –que no tiene- o la Fama… Tampoco el autor busca personajes porque ya los tiene frente a él, gustosamente rebelados, rebatiéndole palabra por palabra, porque el personaje se niega a interpretar lo incierto -o lo demasiado cierto- y termina, como Siri, contando el odio como ella cree que debe contarlo, haciéndolo Verdad, para que escueza más
Ya sólo el comienzo de la función es zarpazo evidente a modo de «abróchense los cinturones, porque esto no va a ser nada fácil y nos/os espera una travesía entre tornados más que de turbulencias». Cada personaje se defenderá y, por ende, pagará el precio del sufrimiento, de su verdad, no transigirá: preferirá desangrarse antes de que en escena suceda lo que no ha de suceder.
Ayer el teatro entero fue corral de tres gallos peleando sin tregua, cuando parecía que la dama se calmaba y al espectador le era concedido unos segundos de alivio, Strindberg volvía con su artillería y dinamitaba de nuevo el alma de su mujer, o de la tríbada, dotando al vocablo «misoginia» de un contenido casi terrorista. Ellas, por su parte, se tomaban el ataque como excelente combustible para lanzar con sus lenguas/catapultas bolas de lava. Y el más cándido, el invitado de piedra, diana cómoda para Strindberg, el chaval aprendiz, ángel entre tanto demonio, entre tanta llamarada, quien llega a intoxicarse brevemente del azufre, terminará con un «mutis» por el foro, porque no soporta tanta Verdad, tanto golpe que le ha producido este arte incombustible que es el Teatro.
Vayan a El Pavón, pónganse en manos de estos personajes: los debates televisivos de hoy en día le parecerán meras trifulcas de jardín de infancia comparado con lo que ayer presencié cerca de La Latina por este soberbio elenco
LA NOCHE DE LAS TRÍBADAS
Autor: Per Olov Enquist
Versión y dirección: Miguel del Arco
Reparto: Manuela Paso, Jesús Noguero, Daniel Pérez Prada y Miriam Montilla
Un produccion de El Pavón Teatro Kamikaze
16 de diciembre de 2016. Madrid.
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