Mi querido Juan García Larrondo, sal de la bahía gaditana que llega al rompeolas machadiano que es Madrid, cuánto agradezco palabras y apoyo, análisis y cariño, aliento y unión. Ojalá Cronos viaje al sur en algún momento y podemos disfrutar de esos delirios que tanto nos gustan a ti y a mí, pues creemos fervientemente en la maquinaria teatral que solo la puede activar la poesía y la desmedida. Un abrazo grande y GRACIAS per saecula saecolorum.
«… llega a la escena madrileña una de las obras teatrales más inquietantes, bellas y catárticas de la temporada: “El tiempo no hace ruido” del dramaturgo sevillano Carlos Herrera Carmona. Un título hermoso y acertado pues, en verdad, su argumento transcurre y se sucede en un tiempo “en vilo”, silente, casi atávico, que nos hace gritar por dentro durante su lectura mientras, a las afueras del alma, la nieve umbilical hecha cenizas lo sepulta silenciosamente todo.
Su creador, al que admiro y aprecio desde hace años, obtuvo recientemente con este texto el Primer Premio “El Espectáculo Teatral” de Ediciones Irreverentes. Y lo mereció, sobradamente, pues, en sus diálogos, aristas, didascalias y alusiones, se honra y perdura la tradición del mejor teatro de nuestros clásicos ancestros, trayéndonos a la vanguardia un espectáculo dionisíaco, un drama familiar de secretos callados, de presagios, de amores y odios cosidos en las entrañas de sus protagonistas, como si de héroes de una tragedia griega se trataran. Una suerte de “Atridas” resucitados, eternamente muertos en vida y vivos en la Leyenda, otra vez sucumbiendo a la maldición, al crimen y a la venganza.
“El tiempo no hace ruido” es una cicatriz que no se cierra, un retrato “post mortem” en el que los personajes siempre salen movidos, borrosos, transidos a la espera de un banquete ritual que desentierre con nitidez sus miembros amputados. Pero, a flor de tierra, entre lúcidos parlamentos (preciosamente escritos) y golpes mudos, sus latidos les delatan, como si fueran segundos, horas, los días o los siglos de un gigantesco corazón escondido que estalla o se detiene a nuestras plantas, retornando, una vez tras otra, al origen y al silencio. Justo al ónfalos de ese tiempo inaudible donde habitan los miedos y mitos más primordiales de los Hombres.
Si pueden, no se la pierdan. Y, si pueden, tampoco dejen de leerla. Puro rito y delirio que confirma a Carlos Herrera Carmona como uno de los mejores autores de nuestra época…».
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