Llevo una década colaborando para la web masteatro.com escribiendo mis «impresiones» (casi 300 ya) sobre las obras de otros. Ahora le toca el turno a la mía: EL SEÑOR Y LA SEÑORA PIT que llegará a Madrid los días 24 y 25 en Casa Chejov Madrid Así que, sin que sirva de precedente, me tomo la libertad de escribir, no sobre ella en sí, sino también sobre otros menesteres. Pasen y vean, porque «esto no es una crítica» lo mismo que nunca lo fue aquella pipa para Magritte. Que nadie se rasgue las vestiduras, pues como decía Machado: «Por mucho que valga un hombre nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre». Reparto Ismael Múrtula y Ana Pariente Foto @acarmonafoto.
Un extracto de mi artículo. El resto en el siguiente link.
» … Múrtula (el señor Pit) junto con su compañera de reparto, Ana Pariente (la señora Pit) mantienen su generosidad en esa zona inmaterial y acuosa llamada “el pasar del Tiempo”. Mis felicitaciones por ser inalterables. Los considero héroes por no dejarse arrastrar hacia la órbita del piropo vacío y traidor, del egoísmo estéril. Son su benevolencia y respeto lo que me inspira este reconocimiento público y me anima a denostar la actitud de aquellos que, por contra, en vez de haber continuado con esta actitud cabal, han preferido situarse como mis antagonistas. Para su información, sólo han conseguido provocar en mí un sonrisa misericorde. Por ello, rezo para que algún día se den cuenta de que el texto dramático, como palabras colocadas en el plano de la atemporalidad, pertenecen a quien las escribe, y por ende, infinitas e inmortales.
Ana Pariente, para irritación de muchos, puesto que lo que voy a destacar de ella es algo que no se puede adquirir en ningún curso de interpretación, cuenta con la bienaventurada “presencia escénica”, algo así como, ser y estar sin esfuerzo alguno, mirar y respirar y que el público se sienta mirado y respirado. Pariente pisa el ruedo, sienta cátedra y deja su cotidianidad en el camerino para recogerla una vez se ha marchado el último visitante del teatro. Su actitud al acercarse al texto es de temor a mancillarlo hasta que finalmente, en un proceso de veneración y sabiduría, lo convierte en su propia piel. Mima la actriz su creatividad para que perdure el texto en escena, aun siendo éste, como ya se sabe, flor cortada. Con su generosidad, ella vela por el trabajo de sus compañeros. No es nada frecuente que el reparto sea consciente de su complicidad para hacer carne el texto sin creerse demiurgo. Ser cómplice es un trabajo conjunto, no una pelea entre sopranos o tenores. No hay que olvidar que sin los intérpretes, el hecho teatral queda mutilado; es como si le presentáramos al público nuestra criatura sin brazos o sin piernas, sin lengua y sin alma. El autor teatral crea a su monstruo con retazos de cadáveres, pues no inventamos, sino que profanamos las tumbas de otros que ya obtuvieron éxito; hambrientos necrófilos literarios, eso es lo que somos: unos ladrones que nos divertimos robando miembros inertes y esperamos ansiosos que un rayo nos levante al engendro de la mesa de operaciones para ver cómo camina: esa luz omnipotente y todopoderosa se llama actor/actriz y quien dirige la electricidad hacia nuestro vórtice se llama director/a. El ADN ya ha sido dado por el autor. Múrtula y Pariente pertenecen, por tanto, a esa tribu de intérpretes que convierten el aplauso en combustible para seguir avanzando… «
«El señor y la señora Pit» de Carlos Herrera Carmona. Casa Chejov. Madrid.
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